Opinion

Fecha de publicación: Jueves, 04 de Junio de 2020 Hora: 07:44:31

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Por: SAMUEL MORALES TURIZO

 

 

Rafael Núñez, poseía una personalidad  enigmática, la historia lo interroga todavía y no ha entregado del todo sus secretos.

Sugiere  meditaciones su larga estampa que tiene algo de sombra.

Dentro de las  columnas del Capitolio, esa magra figura pensativa, todavía encierra un enigma, la cabeza inclinada, la barba abundosa, los ojos inquisitivos.

Un hombre político que no se ha definido del todo y con sus pensamientos y sus obras puede ser recreado por los historiadores es el que ofrece el mejor interés.

 

Rafael Núñez establece  un contraste con todo el panorama de su tiempo aparece como un hombre  pacífico, que no conoció los campos de batalla, no marchó  por el territorio nacional a caballo, dando órdenes y suscitando pasiones hirvientes.

Su antítesis a la tradición de Obando, López, Mosquera, Arboleda, Camargo, exitosos con la espada desenvainada y la altanera voz de mando, a caballo, con un paisaje  de machetes relucientes y blancos dientes de negros enfurecidos; Por ser calmado, un gran lector, analítico de todos los temas, por estos motivos Núñez se convirtió en el triunfador  de esa época.

 

Siempre tenía conversaciones inteligentes con sus amigos, indiferentes y adversarios, en todo menor, pobladas de reticencias; en una  época de  afirmación drástica, utilizó maestramente  el disimulo, y en una época  de demagogia  fue un razonador; En una época de exaltados, una cabeza fría; donde  las espadas eran cortantes en el campo de batalla, las plumas cortantes, en las tribunas periodísticas.

Las palabras cortantes, en el balcón o en su curul en el capitolio.

 

Rafael Núñez, nunca fue un hombre  violento, como la mayor parte de los grandes políticos, que mezclan la venganza y la crueldad, cometiendo excesos que manchan su gloria, a Núñez le cupo la dicha de morir con las manos limpias de la sangre de sus semejantes; El pensador de El Cabrero, tenía  una virtud única, examinaba el fondo de  las cosas y de los hombres  con singular acierto.

 

Rafael Núñez es el único conductor colombiano de quien puede decirse, que gobernó con su ausencia que con su presencia, toda su carrera política  demuestra la negación de la impaciencia, y sus ausencias eran una manera de actuar.

 

Tenía el control de sus nervios, para no precipitarse y casi siempre se hacia  esperar.

En la república radical, desapareció del  escenario, por 10 años desde 1864 hasta 1874, con el propósito de iluminar su espíritu con experiencias  ajenas y conocer a fondo y ponerse al día en temas de política y economía inglesa.

 

Los gobiernos de Núñez nunca fueron una dictadura, me imagino a Rafael Núñez, vestido de dril blanco en su residencia de El Cabrero, frente al mar, escribía todos los días, excepción los domingos y leía mucho.

Su gran instrumento fue la  pluma, Núñez consideraba  la prensa como un inmenso  poder.

En lo referente a la parte  femenina su matrimonio con Dolores Gallego, entró en crisis y en casa del General Juan José Nieto, ya había conocido a quien sería el amor de su vida y compañera hasta sus últimos días: Doña Soledad Román.

 

Después de Rafael Núñez  ningún caribeño ha accedido al poder presidencial de Colombia, sin atrevernos a insinuar siquiera  la posibilidad remota de alguien que se desprendiera de las márgenes  del Pacífico o de los Llanos Orientales. 

 

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