Opinion
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Por: SAMUEL MORALES TURIZO
La larga y destapada calle, asediada por el fuerte calor y olor a boñiga, se encuentra aglomerada de público, vendedores ambulantes, estacionarios y lo que no podía faltar en estas tardes folclóricas: las bandas musicales de la región; aquí se presencian las grandes competencias a caballo, que se celebran todos los años en la mayoría de los pueblos caribeños.
En estas fiestas paganas, los hombres y mujeres llevan atuendos de vistosos colores, portando en sus cabezas sombreros vueltiaos, en sus hombros los típicos ponchos y abarcas tres puntá; explotan de las bandas las notas musicales, como semillas que brotan de la tierra, y los jinetes se toman el trago de ron a pico de botella, luego viene el escupitazo, acompañado de un fuerte guapirreo, proveniente de lo más profundo de sus almas; En la región los jinetes son llamados “correcaballos”, y se toman sus tragos para tener arrestos y realizar todas sus piruetas montados en una bestia.
De inmediato arranca la veloz carrera de los jinetes sobre los briosos caballos, en un recorrido comprende entre los 400 a 500 metros de longitud y lo hacen en calles arenosas, rectas, planas y destapadas, es decir calles no pavimentadas; los asistentes se ubican a lado y lado de la vía, pero aunque para muchos las carreras a caballo no tienen ningún atractivo, pero, para la gran mayoría de los habitantes es una recreación.
A la hora de la carrera los jinetes adoptan distintas posiciones, como, por ejemplo, montados sobre la silla del caballo, de espaldas, de pie, acostados, sentados en bancos de madera, ubicados sobre las sillas de los caballos, las parejas agarrándose de las manos o de los hombros, de cabeza con los pies hacia arriba, otras veces los jinetes transportando hamaca en sus manos, con una persona adentro, y esta clase de piruetas terminan a la llegada o meta.
En realidad las carreras a caballo, especialmente en los departamentos de Bolívar, Córdoba y Sucre, son otra de las tradiciones que generan entusiasmo y constituyen una composición artística acogedora y simpática de cualquier poeta, músico y pintor se inspiraría.
Al cerrar la tarde empieza a sentirse una especie de nostalgia, con olor a orín y a estiércol de caballo que quedará impregnada en la retina y el olfato de los asistentes, hasta cuando se llegue la próxima fecha del festejo del santo patrono.
Defendamos nuestras tradiciones.
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