Opinion

Fecha de publicación: Lunes, 10 de Septiembre de 2018 Hora: 07:16:07

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COLUMNA DE OPINION
Por Roberto Gamboa Rentería

Dije a mis estudiantes una mañana, cuando les presentaba la última edición del texto de Teoría del Derecho, De Francisco J.

Valderrama y demás docentes del tema en la Universidad de Medellín.


Aprendí en el Liceo de Bolívar que el docente debe ser un provocador incansable de sus estudiantes; desafiarlos en forma permanente a que busquen el conocimiento; retarlos a que confronten sus descubrimientos con las propuestas del profesor; y a que, cual Melquiades macondiano, averigüen lo que hay al otro lado de las cosas.
“..A mí no me crean nada de lo que les diga...” Les propongo al comenzar el curso.

Y, cuando menos lo esperan, les pruebo que a pesar de esta advertencia, toman la palabra del profesor como verdad revelada y desechan su propio saber; Pero estábamos en la responsabilidad explicable del ladrón de libros, Confieso que incurrí en tal conducta cuando inicie la dotación de mi modesta biblioteca.


Por allí deben andar los ejemplares de El Hombre Rebelde, de Albert Camus; Silja, de Frank E Sillampaa; La Letra Escarlata, de Nathaniel Hawthorne; que me birlé de la Biblioteca Juan De Dios Amador, con tan mala fortuna que el fundador de la misma y exalcalde de Cartagena, Juan C.

Arango Álvarez, los descubrió un día en la pequeña repisa en donde los mantenía, en la sala de mi rancho; pero esa será otra historia.


Lo que quiero decir a los estudiantes con mi frase tremendista, es que la búsqueda del conocimiento para construirnos culturalmente como seres útiles a la sociedad, debe vencer obstáculos y justifica hasta esas pequeñas malas acciones, cometidas de buena fe.


Les insistí en la utilidad incuestionable de la lectura, única forma de conocer la existencia y la coexistencia de los seres que integran la realidad conocible por el ser humano.


Y en el caso concreto del Derecho, la lectura de teorías y doctrinas racionalmente válidas, por provenir de autores responsables, que por lo general nos garantizan los textos físicos y no inexorablemente las publicaciones virtuales en El Rincón del Vago, Buenas Tareas,com, Wikipedia, etc.


Les recordé una premonición de Jorge Luis Borge, en el sentido de que el libro, ese permanente e incondicional compañero de viaje intelectual, siempre estará con nosotros; A pesar del auge y mayor facilidad, aparente, a los medios electrónicos de comunicación, siempre estará con nosotros.


Les insistí que en la búsqueda del saber jurídico tienen que abrevar en definiciones, conceptos, teorías, diversas, muchas antagónicas, contradictorias.

Todas posiblemente válidas; Termine mi monserga sobre la "carreta" de la Teoría General del Derecho, concluí la clase y me despedí, hasta la próxima jornada, no sin un algo de preocupación por el alcance que pudiesen darle a mi frase introductoria del tema.


Solo al abordar mi automóvil caí en la cuenta de que mi flamante libro de Teoría del Derecho, dedicado al suscrito por el líder de sus coautores, Francisco J Valderrama, no estaba conmigo: me lo habían robado..!!, dicho coloquialmente: me dieron de mi propia medicina.


Pero....

más sabe el diablo por viejo....
En la jornada siguiente y ya al final de la clase, advertí: "..Muchachos , alguien me mandó un mensaje al celular, informándome que se me había quedado olvidado el libro ...

y que alguien de ustedes lo tiene, Yo sé quién es, teniendo en cuenta que el próximo parcial es oral, le agradezco me deje el libro con Lucy en la Decanatura..".

Y salí tranquilamente.


Al día siguiente y como por arte de magia, mi amiga Lucy vio aparecer el texto en referencia sobre su escritorio, Desde entonces corrijo; Siempre y cuando no sea un libro del profesor.


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