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“El valor de una vida se puede medir por la capacidad que tiene uno de incidir en el destino de otros menos aventajados; Puesto que la muerte es una verdad absoluta para todos, la variante importante es la calidad de la vida que transcurre entre nuestro nacimiento y nuestra muerte”.
Bill Strickland.
Fundador de Manchester Craftsmen´s.
Muchos psicólogos y economistas han encontrado que la correlación entre el dinero y la felicidad es débil, que más allá de cierto nivel bastante modesto, una cantidad mayor de dinero no proporciona a las personas una mayor satisfacción.
Existen dos variantes que son: el objetivo y la finalidad.
Para el caso de quienes están logrando sus objetivos y están alcanzando sus metas es porque han acumulado riquezas, cosechado elogios, buen nivel de satisfacción, de autoestima y que manejan una actitud positiva, pero lo interesante de esto es que nada de eso los hace felices porque sufren de aumento de ansiedad, de depresión y otros indicadores negativos que terminan afectándoles su salud aunque consigan lo que quieren, conduciéndose ellos mismos por caminos de autodestrucción.
Para quienes se han venido robando los dineros del erario y que son conocidos de auto por los escándalos de corrupción con recursos para dar de comer a los niños más pobres, deben padecer de ansiedad y depresión y por lógica no tiene buenas relaciones con los demás; Están tan ocupados birlandose los recursos y atendiendo a su propia satisfacción que dejan poco espacio en sus vidas para el afecto, el cariño, la empatía y las cosas realmente importante.
Ante tamaño despropósito inhumano, causa hilaridad escuchar a gobernantes pedir, no se sabe a quién, que sean desenmascarados los funcionarios o politiqueros responsables de estas mafias cuando ellos mismos saben quiénes son.
Refiriéndome ahora a la otra variante como es la finalidad, esta forma parte de nuestra naturaleza.
No quiero decir que los beneficios no importan, porque sí importan; El beneficio económico ha sido un motor necesario para los logros, pero no es lo único.
Ni tampoco el más importante; Si repasamos las grandes consecuciones de la historia - desde la imprenta a la democracia constitucional, o la cura de enfermedades letales, la chispa que mantuvo trabajando a sus creadores hasta altas horas de la madrugada fue la finalidad o el propósito.
En una sociedad sana o en una organización de un Estado saludable que empiece con una finalidad y llegue a considerar el beneficio económico como un medio para avanzar hacia un fin, o como un feliz derivado de su logro, sería vivir una vida con un designio; Adaptarnos a esta realidad no va a ser tarea fácil; Desprendernos de las viejas asunciones es difícil y deshacerse de las viejas costumbres todavía lo es más.
La brecha entre el objetivo y la finalidad de financistas, contratistas, funcionarios, gobernantes y el ciudadano es grande y su existencia alarmante.
Y aunque cerrarla pareciera una tarea desalentadora, existen motivos para ser optimistas.
Por: Gustavo Morales De León
gumamole@gmail.com
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