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Fecha de publicación: Lunes, 20 de Mayo de 2019 Hora: 09:12:20

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CRONICA ESPECIAL

Por LUIS TARRÁ GALLEGO

 

Lo conocí de toda la vida, cuando en esa añorada Cartagena de Indias éramos unos cuantos que nos conocíamos de algo y el ambiente de marisma era el aire común que todos respirábamos en medio de la solariega tranquilidad que hacía sentirnos como en una siesta permanente.

Siempre sonriente y apacible, a Manuel Cordero, como a los otros viejos barberos de la ciudad los recordaré cuando la moda de la motilada era una que se conocía como el ‘corte alemán’, que consistía en dejarle a los muchachos de mi época un borrego en la parte delantera de la cabeza, cuyo perímetro siempre se definía con la frase jocosa de: "Agarra tu pelo, que lo demás es mío”, con lo nos obligaban a sostener ese pedazo de cabello que queríamos conservar durante esas motiladas extremas.

 

UNA VIDA DE AFEITES

Pues bien, Manuel Cordero, “tras 67 años de ejercicio profesional y 82 de edad”, como nos comentó en vida hace dos años, falleció recientemente, con lo cual la ciudad pierde a quien fuera otro de sus emblemáticos barberos, quien atendió con solvencia el oficio hasta su muerte; en los últimos años en la Barbería Ralph de la calle del Arzobispado, centro histórico de Cartagena de Indias”

A través de una charla amena que aparece en Youtube,  y que realizamos hace dos años, Mañe Cordero hizo un somero recuento de su larga y reconocida  vida profesional, sobre lo cual expresó: ”Cuando empecé a trabajar en Barbería estaba la de mi papá frente a la Catedral, en el primer piso del edificio que hoy ocupa el Instituto Geográfico Agustín Codazzi y, en cuyo segundo piso, por entonces, operaba la Alcaldía Mayor de Cartagena de Indias”. 

De su prodigiosa memoria rescató, el recuento de los nombres de otras barberías antaño existentes en la ciudad y recordó que “En la esquina del Banco de la República estaba la ¨(barbería) del difunto Barros; la Cartagena, que funcionaba diagonal al Banco de la República, abajo del Hotel Suiza; mientras que en la esquina de la Catedral estaban las de Jaramillo y Buelvas que se denominaba La Marina".

Igualmente, "que en la calle del Cuartel funcionaba la de don Digno Hoyos; y, en el barrio San Diego, estaba Pacheco con la Barbería Sport, mientras Yo trabajaba en La Colonial”.

 

EL PRECIO DE UNA MOTILADA

Sobre cuánto eran por esos tiempos, los costos y las preferencias de la gente para motilarse, señaló: “Eso era barato: la peluqueada costaba $200 pesos y siempre hubo anécdotas como las del cliente que reclamaba porque le habían cortado la patilla de mas o le habían echado mucho cabello encima u otros que siempre querían que le cortaran más el cabello”. 

De las cabezas de personajes que pasaron por sus manos durante esa larga y activa carrera profesional, Cordero dijo: “Yo he motilado personajes de Cartagena de todas las clases, desde la alta hasta la baja; entre ellos gobernadores, alcaldes, representantes, comerciantes y de todo”.

Entre estos recordó con especial nostalgia  “A Gabriel Calvo Pasos que tenía muchas anécdotas ya que era un gran personaje para las tertulias y que tenía como su sede la tertulia ‘El Ancianato’ de propiedad del comerciante libanés Vicente Elías y de la que particiban entre otros los abogados Rogelio Méndez Brid, Roberto Pareja, Alcides Angulo Pasos, Simón Bossa López y muchos otros cuyos nombres ahora no recuerdo".

Sobre las punzantes ocurrencias de Gabriel Calvo Pasos, considerado uno de los tertulianos más punzantes de la historia de la ciudad por lo corrosivo de sus apuntes puntuales, Manuel Cordero recordó: “Tenía mucha chispa y de él recuerdo muchas ocurrencias ingeniosas que no repito por no herir la sensibilidad y el recuerdo de los descendientes de quienes en su momento fueron objeto de ellas.

Era muy agresivo y para el chiste era muy bueno”.

 

CAMBIOS EN EL OFICIO

De los cambios sufridos por el oficio de barbero desde aquellos tiempos viejos hasta ahora, el señor Cordero indicó: “Han cambiado bastante y especialmente porque ya no es como antes cuando todo estaba concentrado en el centro y había mucho movimiento”.

De la manera en que esa desconcentración de la ciudad ha incidido negativamente en el ejercicio de oficios tradicionales como el de los barberos, puntualizó: “Ahora no; todo ha salido del centro y la actividad está bastante competida por todos los barrios, en donde hay calles con hasta tres peluquerías, lo que nos ha producido un bajón en el negocio.

También el traslado de las oficinas que antes estaban en el centro como la Gobernación de Bolívar, las notarías, la universidad de los Vélez Trujillo y la gran mayoría de los juzgados que funcionaban en el Cuartel del Fijo y que ahora han trasladado a otros sitios; así como el éxodo y extinción de parte del pequeño comercio tradicional que lo han ido acabando los grandes almacenes”.

 

LAS VIEJAS TIENDAS

El recuerdo de las pequeñas tiendas de barrio que antes pululaban por el  casco histórico viejo de Cartagena de Indias, fue una estampa que no se borró de la memoria del hoy difunto y recordado barbero, sobre lo cual rememoró: “El Granero que quedaba en la Primera de Badillo; los Yidios, el Almacén Águila; el Bazar Calcuta de los Sheik, los Murra en el Portal de los Dulces; el Polo Norte que ahora es el Oriental y que en aquellos tiempos viejos tenía una comida extraordinaria, cuando el arroz con pollo era de maravilla”.

De esos restaurantes famosos también recordó, entre otros: “El Tahití en la Calle Larga, El Pacifico en la Plaza de la Aduana que eran inmejorables, ¡que verraquera!,  mientras que ahora los restaurantes es pura etiquetica y vaina, mientras que en aquella época eran de un estilo bien bravo”.

Sobre los estaderos del centro amurallado en esos años idos recordó “El de Leonidas que vendía la cerveza más fría de Cartagena en su tienda de la esquina de las calles de Don Sancho con La Mantilla" y también rememoró "a Tomas Torres y su barbería en la calle de Santo Domingo; a Prins en la calle del Tablón, establecimiento que heredó Mariano Mendoza, cuando Prins se fue".

De esos nombres que antaño hicieron época en el comercio parroquial de esa añorada Cartagena de Indias, Cordero recordó "La Heladería Madrid de una ciudadana española que durante décadas hizo deleite en los paladares cartageneros con su establecimiento situado en la calle del Tablón".

Recordó también la época de los grandes teatros "como el Colón, Cartagena, Padilla, Circo Teatro y Rialto en el centro de la ciudad y el restaurante popular y callejero La Cueva, el mejor expendedero de carnes de monte que ha existido en la historia de la ciudad”

De otros personajes de la vieja Cartagena de Indias recordó a “La carioca, Vicenta Díaz, Hollín, Arturo el Loco, La Pirulí, Imbrech, Rubén Moré y Peyeye” que hicieron parte de la plantilla de actores inolvidables de ese tiempo, aun imperecedero en la memoria de muchos.

 

SATISFACTORIA DESPEDIDA

De lo que fue su larga vida profesional se mostró satisfecho en esa entrevista y expresó un pensamiento que bien podría servir para su postrer oración fúnebre: “estoy muy agradecido de la barbería porque con ella le he servido a Cartagena y a la sociedad.

Vine de trece años desde Punta Arellano en Ciénaga de Oro; por lo que la gente me reconoce, me saluda y animan y soy muy bien con la gente, no tengo problemas con nadie y soy muy cordial" concluyó este gran personaje de la citadina historia cartagenera de los últimos doce lustros, al que ya empezamos a echar en menos.     

 

 

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