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Fecha de publicación: Jueves, 03 de Octubre de 2019 Hora: 08:24:07

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Por: NARCISO CASTRO YANES - castroyanes@gmail.com

 

El desempeño limitado en el tiempo de un empleo ocurre como algo normal en determinadas actividades, y puede provenir de un contrato de trabajo, pero también de actos electorales en que el nominador es una corporación o cuerpo colegiado.

 

Se puede llenar una vacancia en forma provisional, mientras se reintegra el titular o toma posesión quien ha ganado la nominación en un concurso de méritos; El servidor transitorio es consciente de su relativa permanencia en el cargo, pero hay empleos de elección popular con períodos fijos, como los de presidente de la República, gobernador de departamento o alcalde municipal o distrital;  lo de la interinidad puede ser corriente, pero cuando ella obedece a factores anormales causa traumatismo de gran magnitud, dependiendo siempre del momento en que ello ocurre y de las funciones que deba desarrollar el nombrado.

 

En la limitación en el tiempo del ejercicio de funciones públicas por ocurrencias que pudieron evitarse, se producen daños incalculables y a veces irreparables al empleador o al órgano en que aquellas deben cumplirse; Y colateralmente, en el conjunto social surgen frustraciones y desencanto.

 

Si el empleador es una entidad geopolítica, la cosa es más grave, porque en muchos casos la generación de los hechos que conducen a la interrupción del período y a la subsiguiente interinidad son predecibles, como cuando un aspirante a cargo de elección corporativa o popular está incurso en inhabilidad o incompatibilidad y a pesar de saberlo se empecina en que se lo escoja.


Lo expuesto podría referirse a situaciones pasadas o actuales en ciudades y departamentos indeterminados, pero nos limitamos al Distrito de Cartagena, cuyos habitantes en capacidad de votar al momento llamado a hacerlo han ejercido ese derecho con desacierto, o, peor, lo han menospreciado absteniéndose, permitiendo o dando lugar con ello a que la vida de la ciudad siga el curso torcido, desvirolado y caprichoso de los últimos tiempos, con la resultante de administraciones efímeras y sin el menor sentido de pertenencia; sin compromiso, sin visión clara y mucho menos conciencia de los objetivos a cumplir, que aunque resulte paradójico decirlo, es lo menos cuestionable, porque lo más grave  lo gravísimo ha sido no solo la aceptación pasiva de la corruptela, sino su promoción, comprometiendo en ello el presente y el futuro de la ciudad, y afectando asimismo a la población con los abusos y la pauperacion de los servicios públicos domiciliarios, la educación, la salud, la seguridad, el empleo, el saneamiento ambiental, la movilidad y el transporte en sus distintas modalidades.


Los cartageneros raizales, transitorios y por adopción, en inmensa mayoría desaprueban el cuestionable manejo de los asuntos públicos locales, pero a la hora de las decisiones cruciales lamentablemente no toman partido, esperando que otros lo hagan por ellos, o como decían viejos líderes universitarios, se conforman aguardando ilusamente ver pasar frente a las puertas de sus casas el cadáver de su enemigo, sin darse cuenta y ni siquiera suponer que la corrupción ya tiene visos de inmortalidad.

 

Hoy se contempla en el Distrito el debate que debe finalizar el 27 del presente mes con la elección de alcalde, cargo que ya no es mirado como un honor, sino como el premio mayor de una lotería, tal es el deterioro de la credibilidad y la confianza en quienes someten sus nombres al escrutinio ciudadano, lo cual en algunos casos puede ser injusto, por la presunción de inocencia que a todos nos cobija en Colombia y porque en el amplísimo abanico de candidatos hay para un buen escogimiento, sin exponerse a sentir vergüenza por las actuaciones venales del elegido.

De allí la necesidad de que cada elector obre a conciencia y vote con libertad y certeza,  ESE ES EL RETO.


 

 

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