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Columna de Opinión
Por FREDI EDUARDO GOYENECHE
fredigoyeneche@hotmail.com
La oposición política democrática es un ejercicio a una propuesta de gobierno, es un asunto político no una confrontación de personas por ellas sino por las ideas.
Desde las campañas electorales se debe saber que la propuesta no ganadora debe asumir la derrota como parte del proceso de convertirse en alternativa, ese es el objetivo.
En eso si es ciertamente "dinámica y cambiante" la política en tanto que la responsabilidad privilegiada de orientar el país obedece a concepciones diferentes.
Me declaro en oposición, en ejercicio pleno de mi condición de ciudadano con derechos políticos.
Estas, algunas reflexiones sobre mi posición, no irreductibles, no inamovibles, pero si fundamentados y argumentados racionalmente y por lo mismo, debatibles.
Lo primero, por supuesto, es el sistema democrático en su formulación política y el modelo económico mismo de corte plutocrático ganador de las elecciones presidenciales Estoy por un sistema democrático participativo y equitativo socialmente en todas las dimensiones de las interacciones económicas.
Creo en la empresa privada controlada por el Estado a través de la Constitución política y las leyes.
Durante las últimas campañas electorales el sentido de la política se ha crispado producto de la intervención de actores con intereses marcadamente privilegiados por lo privado en desmedro de lo social.
Grupos económicos y también organizaciones por fuera del ordenamiento legal han sido financiadores empresariales con afán de apoderamiento del Estado y de los sectores estratégicos de la economía; evidencia de ello es la presencia de líderes gremiales como ministros de las carteras donde residen sus intereses particulares.
Pienso desde los años juveniles de mi formación académica que la naturaleza de nuestras ventajas naturales transformables en escenario de ser competitivas están en las 40 millones de hectáreas con vocación agroindustrial.
Esa intuición empírica la he ido tornando a una convicción derivada de los consecutivos estudios e investigaciones de quienes me han precedido y mis propios esfuerzos investigativos que han nutrido con fortaleza rigurosa mi argumentación.
La concentración de la tierra y de las riquezas en un marco legal determinados por el poder económico de los terratenientes han generado una inequidad y desigualdad económica que obstruye el desarrollo y la productividad de la tierra que se convirtió de esta manera en un factor patrimonial y no es activo económico capaz de multiplicar riqueza y desarrollo social.
El sistema pensional colombiano reproducido del germinal sistema privatizador de la Chile pinochetista traslada recursos de todos a ganancias de intermediarios financieros, AFPs.
El ahorro tansgeneracional se trastoca en otra vía de concentrar los ingresos a particulares y no a las generaciones futuras.
Por otra parte, la absorción por parte de Colpensiones de la población ya pensionada y de los potenciales pensionistas en el corto y escasamente en el mediano plazo, hacen un peso enorme en el presupuesto público sin fuentes vigorosas, crecientes y razonables para asumir sus pagos.
Igual consideración tengo frente a sistema de salud que 25 años después de la promulgación de la ley 100 de 1993 muestra toda su perversidad social al mercantilizar un servicio que debe ser responsabilidad social del Estado, sobre todo en los segmentos poblaciones más débiles de los estratos de bajos ingresos; el modelo ha hecho más pesada la carga económica del Estado y menos competitiva su población en tanto que lo ineficiente del servicio en general hace menos competitiva su fuerza laboral cuya fragilidad en salud es finalmente cubierta con recursos públicos con los sobrecostos de la corrupción y propios de la ineficiencia.
Pienso que si no hay una inversión consistente y suficiente a más de eficiente en las vías terciarias no hay forma que la ventaja natural de la vocación agrícola de más de un tercio de su territorio sea fuente de generación de riquezas, empleo, distribución de esta y un mejor bienestar tanto de los empresarios de la tierra como los campesinos colombianos que por esta razón emigran a las ciudades acrecentando los cinturones de miseria y pobreza dado la incapacidad de estas en absorberlos e integrarlos a la economía formal y productiva en tanto la informalidad creciente de la economía se traslada a la informalidad de la economía aun con el énfasis puesto en el emprendurismo que es más un “cuentapropismo” del rebusque inmediato y del día a día.
El sistema tributario colombiano es de naturaleza regresiva; en el contexto latinoamericano el impuesto al valor agregado, IVA, es el tercero más alto solo por debajo de Argentina; en los últimos 8 años los impuestos a las empresas fueron reducidos como nunca antes en las reiterativas reformas tributarias; las exoneraciones cubrieron todo el universo fiscal ventajoso al capital tales como sobre tasa a la energía, el impuesto a la riqueza, impuestos a la nómina, parafiscales del Sena y Icbf, aranceles de más de 3000 posiciones, y todo ello será cubierto por el Presupuesto nacional.
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